sábado, 27 de septiembre de 2025
NOCHE DE INVESTIGACIONES
Hoy tengo para reseñar dos comics en los que pasa lo mismo: una chica investiga, averigua y busca data para entender hechos del pasado. No son muchos más los puntos en común entre ambas obras, pero para empezar, no está mal.
Vuelvo al universo de Black Hammer, que lo tenía abandonado desde el 12/01/23, para leer Sherlock Frankenstein and the Legion of Evil, un arco que originalmente se publicó a modo de spin-off, pero que después nos explicaron que es el Vol.3 de la saga y que debe leerse justo después del Vol.2, que es el último que vimos en este espacio. El TPB arranca con el nº12 de Black Hammer que (al igual que el nº 9) parece medio descolgado en el contexto de la serie, y está dibujado por David Rubín. Sin embargo, ese unitario funciona perfectamente como prólogo de la miniserie de Sherlock Frankenstein, con lo cual tiene infinitamente más sentido leído como parte de este TPB que como "unitario" dentro de la serie regular que escribía Jeff Lemire.
En la reseña del Vol.2 mencioné que había un plot "bastante secundario", que involucraba a la hija de Black Hammer, decidida a "llegar a la verdad y descubrir qué pasó con su padre y sus compañeros de super-grupo". Bueno, de eso se trata este tramo de la saga de Black Hammer. Todo pasa por Lucy Weber y su pesquisa, que la lleva a entrevistar a los principales villanos que componían la galería de adversarios de su padre. Lemire utiliza este argumento para -de manera magistral- tirarnos alta data acerca del pasado de este universo, pasar en limpio mucho de lo que sucedió antes de aquel fatídico combate entre los principales superhéroes y el Anti-God, y además para darle personalidad y profundidad a villanos que hasta ahora apenas se habían mencionado, e incluso a otros creados para este arco. Lucy y Sherlock Frankenstein son los personajes que Lemire más y mejor desarrolla, pero la verdad es que los hallazgos no se circunscriben ni ahí a la hija y el némesis de Black Hammer. Como todo relato que indaga en la memoria y en los sucesos del pasado, predomina un cierto clima nostálgico que le arrebata el protagonismo a la machaca que uno supone que se va a encontrar en un comic repleto de superhéroes y supervillanos. Pero ya lo dijimos en las reseñas anteriores: Black Hammer es otra cosa, va para otro lado. Es una mirada distinta a los universos "piyameros", enriquecida por el amor y la erudición que despliega Lemire en este género, pero con otra ambición.
Y uno diría "qué desperdicio tener a un dibujante salvaje como David Rubín y ponerlo a dibujar una historieta en la que no abunda la machaca"... pero no. Acá se luce un Rubín más tranqui, que no necesita meter acción y violencia para generar páginas y secuencias de enorme intensidad. Con los diálogos y los silencios también se puede construir algo monumental, y Rubín lo logra ampliamente. Por supuesto que cuando aparecen personajes monstruosos, peleas estridentes o transformaciones escabrosas el trazo del gallego (y su paleta de colores, y su rotulado) pega a mucho más fuerte, pero también la rompe en las escenas más tranqui. La verdad que este es un tomo brillante, que abre muchísimas puntas, que cohesiona muchísimo a este universo cautivante y que te deja con ganas de zambullirte en el siguiente tomo, que no es el Vol.3 de Black Hammer sino uno que no tengo, protagonizado por el Doctor Andromeda. Ojalá lo consiga pronto.
Y me vengo a Argentina, año 2025, para disfrutar de una gratísima sorpresa. En general, cuando uno lee mucho Kundo Krunch, Jok, Tátum, Pablo Burman, Ángel Mosquito... siente que ya está preparado para todo, que ya tiene incorporado el hecho de que hay dibujantes muy capos y muy locos, que no se calientan por reproducir la realidad que los rodea, sino que se juegan a reimaginar, reinterpretar y rediseñar todo: el fuego, el agua, los objetos, los paisajes, la gente... Todo pasa por un prisma muy personal, que requiere un grado más de decodificación por parte del lector pero que suele gratificarlo muchísimo. Y ahora a esa línea hay que sumarle un nombre más, un dibujante originalísimo, tremendo, con un trazo hiper personal, una imaginación impresionante y un pulso narrativo totalmente hipnótico: Federico Schujman, joven autor oriundo de Mar del Plata, que parece una especie de Chantal de Spiegeleer ida al carajo, mezclada con algún autor medio salvaje del under español.
Marea Roja es la primera novela gráfica de Federico Schujman y sorprende por todos lados. No solo por lo original del dibujo, el color y las texuras, no solo por lo efectivo de la puesta en página y el manejo impecable de las escenas mudas. También el guion exhibe una solidez increíble, si pensamos que es un autor novel que no tiene ni 30 años. Obviamente que no es perfecto (hay un par de personajes que amagan con tener mucho peso en la trama pero se desdibujan un poco y aún así Schujman fuerza un toque su presencia en las escenas importantes) pero es mucho mejor que guiones firmados por tipos y minas con muchísima más trayectoria.
Esta vez, la chica que indaga en el pasado es Natalia, quien despierta amnésica en un puerto y necesita saber quién es, qué le pasó y por qué le falta uno de sus aros de perlas. Con esa premisa, Schujman nos va a guiar por un laberinto de corrupción que involucra trata de personas, tongo en las peleas de boxeo y una familia mafiosa que goza de total impunidad. El autor no solo nos hace empatizar con Natalia, sino que hasta los villanos tienen momentos en los que los vemos como seres de carne y hueso, sensibles y humanos. El trabajo con los personajes secundarios también es muy notable, el juego de ir para adelante y para atrás en el tiempo está muy bien logrado, y no hay un solo momento en las más de 180 páginas que dura Marea Roja en el que te aburras o te preguntes si falta mucho para el final. Mientras tanto hay superchería, vómitos, sexo, pesca, alucinaciones, piñas, asesinatos, incendios y demás condimentos para una trama de verdad, memoria y justicia que -no tengo dudas- te va a enganchar... a menos que te expulse el dibujo que -como sucede a veces cuando los autores desarrollan una estética tan extrema- no está pensado para gustarle a todo el mundo. Yo compré hook line and sinker, y ya estoy a la espera de una nueva novela gráfica de Federico Schujman. Ah, muy grosso que una editorial como Loco Rabia apueste por una propuesta así, una obra ambiciosa y zarpada de un autor al que no lo junan ni en su casa.
Y nada más, por hoy. Capaz sale una entrada más antes de fin de mes, capaz no... veremos. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto.
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jueves, 25 de septiembre de 2025
JUEVES DE GÉNEROS
Bueno, acá vamos de nuevo, ya casi en la recta final hacia mis vacaciones. Le estoy poniendo huevo a Septiembre, porque en Octubre vamos a tener muy pocos posteos acá en el blog. Y en Noviembre... ya saben, le entro con todo a la Comiqueando Digital y no asomo la nariz hasta fin de año.
Quienes siguen el blog hace tiempo también saben que a mí me cuesta muchísimo conectar con la historieta pre-1960-65, que me resulta farragosa, predecible, aburrida... Bueno, en este libro de 2003, el especialista John Benson ofrece una selección de las mejores historietas románticas de los años ´50, que para él son las que publicaba la editorial St. John, escritas por el hoy olvidado Dana Dutch, y dibujadas principalmente por el exquisito Matt Baker. Y no quiero vender humo, pero sinceramente en Romance Without Tears me encontré con historietas románticas mucho más dinámicas y atractivas que las que habíamos visto el 27/02/14 en el tomo de Young Romance (que eran de fines de los años ´40) o las que vimos el 08/11/12 en el Showcase de Young Love (que eran de los ´60). En su extensa introducción al libro, Benson explica por qué a él le parece que la calidad de estas historietas que publicaba St. John nunca pudo ser igualada, y no quiero entrar en la tentación de reiterar sus conceptos. Benson se cebó tanto con este material, que en 2007 publicó un libro solo de texto, llamado Confessions, Romances, Secrets and Temptations, donde analiza mucho más a fondo estas historietas (de hecho, su lectura fue lo que me motivó a buscar Romance Without Tears) y además investiga acerca de quiénes fueron y por qué hoy se nombra tan poco a Archer St. John, Dana Dutch y -en menor medida- Matt Baker.
Las historietas románticas de Dana Dutch eran tranqui, perfil bajo, con conflictos chiquitos, muchas veces ambientadas en ciudades pequeñas, con muy buenos diálogos y bloques de texto (abundantes, pero no tanto como en otros comics de los años ´50) en su mayoría narrados en primera persona por las protagonistas femeninas. Acá, generalmente las pibas no son ni boludas, ni trolas fáciles, ni mojigatas reprimidas: son chicas jóvenes que están aprendiendo a vincularse afectivamente con los varones. Y a veces se mandan cagadas, y lastiman a los chicos, o salen lastimadas ellas, pero aprenden. Los padres no son "el cuco", ni el obstáculo que se interpone entre las pibas y sus chongos, sino que suelen ser figuras comprensivas, que les brindan consejos y contención. Terminar la historia solteras, o sin novios a la vista, para las chicas de Dutch no constituye un castigo ni una tragedia. Son etapas. Por supuesto, como en cualquier historieta yanki de los años ´50, no existen los negros (pese a que Matt Baker era afroamericano) y el sexo es algo que no solo no se muestra, sino que ni siquiera se menciona. Está claro que muchos de los protagonistas varones les quieren bajar la caña a sus novias adolescentes, pero Dutch nunca lo expresa en esos términos. Hay forcejeos, hay "negociaciones"... pero me atrevo a decir que en una sola historieta hay un garche concreto, que obviamente los autores no nos muestran.
Las historietas que no dibuja el virtuoso Baker se reparten entre la muy competente Lily Renée y otros dibujantes bastante menores, pero por suerte, de las 15 que incluye el tomo, 10 se benefician del trazo elegante, expresivo y detallado del dibujante de It Rhymes with Lust. No te digo que ya me pongo a coleccionar todos estos títulos de romance (indistinguibles unos de otros) que publicaba St. John en los años ´50, pero sí que esta selección que armó Benson, y su libro de texto, ampliaron grosso mi mirada hacia un género que supo ser masivo y que hoy quedó prácticamente barrido abajo de la alfombra, seguramente por culpa de guionistas que se lo tomaron mucho menos en serio que Dana Dutch.
Me vengo a Brasil, año 2020, cuando Panini publica el quinto tomo de Astronauta, una colección de álbumes escrita y dibujada por el glorioso Danilo Beyruth. Como tantas otras historietas que integran el sello Graphic MSP, Astronauta está basada en una creación del mítico Mauricio De Souza, en este caso una tira cómica que el Walt Disney brazuca creó a fines de los ´60, cuando el tema de la exploración del espacio tenía una presencia fortísima en los medios de comunicación. En 2012, el autor de Banda de Dois se adueñó del personaje de Mauricio y lo reformuló por completo: ahora Astronauta es un comic de ciencia ficción en serio, apto para todo público, pero con una impronta dramática y conceptos sumamente ambiciosos, dignos de una saga interestelar de Alejandro Jodorowsky.
Este quinto tomo es tremendamente impactante, repleto de tensión, y con algunos problemas menores: 1) hace mucha referencia a lo que pasó en las entregas anteriores, con lo cual, si te enganchás acá (como hice yo) no entendés muy bien por qué hay tres iteraciones distintas de Astronauta, de tres universos distintos; 2) el planteo de Beyruth es tan complejo, que no lo llega a resolver en la última página, y hay que comprar más libros para enterarse cómo termina la saga; y 3) para 80 páginas de historieta, lo que sucede en este libro tiene gusto a poco. Y eso se debe a que Beyruth no se juega a aprovechar el (espectacular) formato de novela gráfica en el que trabaja. Salvo una página con siete viñetas, todas las demás tienen cinco o menos, y son viñetas con poco texto, con lo cual la historieta se lee muy rápido. Para que te des una idea, 80 páginas serían cuatro episodios de un comic book mensual yanki. Y en este tomo de Astronauta pasa lo mismo que pasaría en... dos entregas de un comic book, o a lo sumo en 45-46 páginas. Supongo que la idea de no meterle más contenido a cada página tendrá que ver con cierto interés por captar lectores más jóvenes, acostumbrados a leer poco texto, o a leer manga (que se lee a los pedos). Y obviamente celebro que la escasa cantidad de viñetas por página permite que el dibujo de Beyruth se luzca muchísimo.
Y ahí está lo que hace definitivamente irresistible a Astronauta: nunca había leído un comic de ciencia ficción de Beyruth, y en estas páginas me convencí de que es un género que le sienta a la perfección. Complementado como los dioses por los colores de Cris Peter y Marina García, Beyruth despliega todo su repertorio de acción y emociones, con personajes recontra expresivos, secuencias de alto impacto y el foco siempre puesto en el lado humano de los conflictos. Acá hay realidades enteras en juego, pero el autor no deja de subrayar que lo importante es lo que les pasa a los distintos Astronautas, las distintas Isabeles y las distintas Ritas. Obviamente, cuando ves las tiras de los ´60 de Mauricio De Souza resulta inimaginable que algo tan sencillo y tan naïf haya dado origen a esta epopeya multiversal, pero bueno, la magia de Danilo Beyruth lo hizo posible. Ojalá en algún momento logre hacerme con más tomos de Astronauta, porque este me dejó muy manija.
Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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lunes, 22 de septiembre de 2025
TRASNOCHE DE LUNES
Hoy tengo para reseñar dos libritos publicados en Argentina en 2025, los dos realizados por autores de los que soy muy fan, los dos parte de series largas, los dos basados en la combinación entre elementos de ciencia ficción (razas alienígenas, naves espaciales, viajes temporales, agujeros dimensionales, armas mega-poderosas) y elementos de la comedia costumbrista.
Por un lado, el magnífico Vol.10 de Dead Dead Demons Dededede Destruction, del increíble Inio Asano y su legión de simios amaestrados. Acá la serie recupera la magia: Asano se deja de hinchar las pelotas con el pasado de las chicas protagonistas, las pone en segundo plano, y se concentra en la línea argumental más interesante que tiene este manga: la runfla política y militar que gira en torno a la reacción de los gobiernos frente a la presencia de los invasores interestelares en Japón. Ya pasaron tantos años del primer avistaje de la nave nodriza, que la gente de Tokyo la tiene totalmente normalizada, pero los tiempos de la política se aceleran, la puja entre quienes quieren exterminar a los aliens y quienes tratan de entablar un diálogo con ellos se pone picante, y el sector más áspero del poder (presionado a su vez por garcas de China y EEUU) hacen su movida más arriesgada. Por fin hay rayos, tiros, masacres y hasta un garchecito en medio de la confusión.
En un mismo tomo, Asano nos cuenta el slice of life de Kadode y sus amigas por un lado, y por el otro, una historia tensa, cruenta, en la que la ciencia ficción se funde con el apocalipsis gracias al accionar egoísta e imprudente de los políticos y demás dueños de la manija. Obviamente me atrapó mucho más lo segundo, que escala a lo largo del tomo a través de secuencias de gran impacto. Incluso en esos momentos, Asano desdramatiza un poco las situaciones, con diálogos irónicos, con personajes que reaccionan por fuera de la lógica épica o de máximo dramatismo que revisten los acontecimientos. Toda esta parte, en la que confluyen alienígenas, activistas, periodistas, funcionarios, milicos y demás, es realmente brillante... o a mí me cebó fuerte porque es lo que estaba esperando que pasara hace ya varios tomos, no lo sé. Lo importante es que la pasé muy bien.
Los diálogos están traducidos al castellano rioplatense por un Pablo Farías Alves afiladísimo y los dibujos son una verdadera maravilla. Obviamente, al ser una serie de 12 tomos, tiene muchísimo relleno, y todo el tiempo Asano toma decisiones narrativas con las que uno no coincide. Se supone que estos trabajos más comerciales se publican bajo la supervisión de un editor que le aconseja/exige a los mangakas cambios en el armado de las tramas, en el orden en que se cuentan ciertos sucesos clave del argumento, en el ritmo al que se revelan los secretos o se desarrollan los vínculos entre los personajes... No me quiero imaginar lo que sería Dead Dead Demons Dededede Destruction sin esa supervisión, en estado salvaje... Si así es un kilombo, en el que nos fumamos chotocientas escenas sin pies ni cabeza, o puestas donde narrativamente tenían poco impacto, un "director´s cut" de Asano de este mismo manga probablemente resultaría un caos ilegible. O una genialidad, andá a saber...
Me falta el Vol.11, que todavía no lo conseguí, y tengo el Vol.12 ya comprado, para terminar de leer esta serie antes de fin de año. Con todos los cartuchos que detonó Asano en este Vol.10, hay puntas zarpadas de sobra para explorar en los dos tomitos que faltan para el final, así que la fe está intacta.
Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, va por el Vol.9 y es una de las pocas series con las que estoy al día. "No hay luz en el lado oscuro" es una aventura repleta de momentos muy cómicos, en los que Federico Reggiani y Ángel Mosquito me hicieron reir en voz alta. El librito ofrece un verdadero festival de personajes y situaciones típicos de las sagas de viajes interplanetarios, combinados con un humor agudo, bien argento, y un ritmo narrativo de palo-y-palo en el que todo el tiempo pasan cosas impredecibles. Es un cóctel explosivo que no falla, y que se hace adictivo.
La única contra es que "No hay luz en el lado oscuro" se ciñe un poco a la fórmula que ya desarrollaron con éxito los autores en los libritos anteriores, con lo cual es muy poco lo que puedo agregar que no haya mencionado ya en las reseñas que le vengo dedicando a esta serie desde que debutó en 2021. Me encanta el dibujo, no me molesta que todas las páginas estén divididas en cuatro viñetas iguales (y casi sin zanjas), me copa que todo el tiempo haya referencias a las aventuras previas (como en los comics de Marvel de los ´70 y ´80), se nota que Reggiani y Mosquito tienen un universo bien construido, planificado para adelante y para atrás. A diferencia de la comedia de Inio Asano, que se apoya en el hecho de que las protagonistas son pibas medio pavotas, o extremadamente kilomberas, el humor de Reggiani y Mosquito se nutre del cinismo, el sarcasmo y la mala leche de personajes que nos resultan infinitamente más reales que los de DDDemons, aunque los de Asano vivan en una ciudad "normal" del presente y Roque y Gervasio recorran los confines más remotos de la galaxia en un futuro lejano.
La verdad que no le encuentro puntos flacos a una obra que crece entrega a entrega y que -quiero creer- va sumando lectores con el correr de los tomitos. A quienes todavía no se engancharon con las desopilantes aventuras de Roque & Gervasio, les vuelvo a recomendar que no las dejen pasar.
Y nada más por hoy. Este miércoles estamos con nuevo episodio en vivo de Agenda Abierta, a partir de las 22:30 hs en el canal de YouTube de Comiqueando. Nos vemos por ahí y gracias por el aguante.
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sábado, 20 de septiembre de 2025
HOY, DOS CORTITAS
Entre los dos libros que tengo para reseñar hoy, no llegamos ni a las 120 páginas de historieta. Puede ser, entonces, que las reseñas queden un poco más breves que las habituales.
Hacía bastante que no visitaba La Mazmorra, pero qué regreso, la puta madre. Des Soldats d´Honneur, el décimo tomo de la serie Donjon: Monsters, entra cómodo al podio de los mejores álbumes de esta complejísima saga. Ubicado en el nivel 95, cuando Herbert ya es el Gran Khan y Marvin ya es el Rey Polvo, Des Soldats d´Honneur cambia totalmente el registro de lo que venían contando Lewis Trondheim y Joann Sfar en este universo, para ofrecernos una historia desgarradora, dramática, crepuscular, enchastrada de mala leche, melancolía y desazón.
Básicamente es la historia de un soldado absolutamente leal al Gran Khan, un guerrero de segundo orden que recibe la orden de arrestar y escoltar a su hermano (responsable de un incidente que en realidad fue provocado por el Rey Polvo), a quien debe dejar abandonado en el desierto, para que muera de sed y es lo coman los buitres. Los dos hermanos crecieron juntos y no se separaron un solo día, pero Görk no duda un instante en cumplir su mandato. La vida de Krag no es nada comparada al honor de servir al Gran Khan. ¿O sí? El álbum nos va a contar la sucesión de complicaciones y enredos en los que se mete Krag tratando de cumplir la sentencia que terminará con la vida de su hermano. Y lo hará de una manera seria, profunda, sin chistes, de modo que la crueldad y la violencia cobrarán otra impronta, porque ahora no está el humor para morigerarlas.
Sfar y Trondheim optan por no usar globos de diálogo. Incluso cuando las escenas se basan en conversaciones entre los personajes, todo está narrado en off por el propio Krag en bloques de texto que nos revelan, además de lo que se dice, lo que siente el protagonista en cada momento. Así, llegamos a meternos bien a fondo en la psiquis de este complejo y fascinante personaje, un hallazgo increíble dentro de este universo donde creíamos que todos los bichos eran "funny animals". Funny, las pelotas.
Y para hacer todo más oscuro, más épico, más apocalíptico y más crepuscular, el dibujante elegido para este álbum no es otro que el genio absoluto de Frederic Bezian. Y Bezian nos deleita con 46 páginas gloriosas, en las que no modifica nunca la grilla de seis viñetas iguales (la Gran Kirby), pero se luce con un par de polípticos magistrales. Es alucinante ver el universo casi siempre festivo de Le Donjon reinterpretado por Bezian en clave oscura, con su trazo sobrecargado, expresivo, obsesivo por momentos, con esa paleta de colores apagados, que potencian la tristeza y la desesperanza que impregnan el guion.
No se me ocurre por qué, en la época en que Norma publicaba La Mazmorra en álbumes individuales, dejó afuera de la colección a Des Soldats d´Honneur. Sin dudas estamos ante una obra maestra, una gema (otra gema) en la corona de Sfar y Trondheim, y un muy buen punto de entrada al universo ominoso y tétrico de Frederic Bezian.
Me voy a Paraguay, año 2020, cuando se edita La Joya, un álbum protagonizado por Warrior-M, el personaje creado por Robin Wood y Roberto Goiriz. Yo conocía al personaje por una saga anterior (supongo que era la primera), publicada en 2006 no en libro, sino en revista, también en una editorial paraguaya. En la que probablemente sea la última colaboración entre los dos maestros, Warrior-M vuelve para una aventura de 70 páginas, claramente estructurada en episodios de 10 páginas, pero que se leen de manera muy armoniosa, muy fluida, en este formato tipo novelita gráfica.
No me quiero hacer el boludo con esto: el personaje no me cae muy simpático. Es el típico macho recio, cancherito, cínico, que se hace el duro y que se gana a cualquier minita casi sin esfuerzo. Lo único copado de Warrior-M es que (a diferencia de otros héroes cancheros de Wood, como Dago) cobra de lo lindo. Warrior-M opera medio al margen del orden establecido, en un contexto de hard boiled clásico, pero transplantado a un futuro no muy lejano, onda Blade Runner, algo que Robin ya había probado con muy buenos resultados en Morgan, aquella serie que dibujaba Cacho Mandrafina a fines de los ´80. Lo más interesante de "La Joya" es que a Robin no le alcanza con combinar el policial hard boiled con la ambientación futurista, y desde temprano incorpora más elementos fantásticos, vinculados al mundo de las hadas. Una movida audaz e impredecible, porque cuando a vos te dicen "una onda Blade Runner", lo último que te imaginás son hadas y criaturas mágicas. Pero el guion las incorpora de un modo bastante orgánico, no se sienten como algo demasiado bizarro o traído de los pelos.
La aventura en sí no me pareció muy lograda, más allá de que Robin siempre te engancha con los diálogos filosos. El dibujo de Goiriz cumple muy dignamente. No es muy original (las poses de las chicas con escasa vestimenta nos resultan invariablemente familiares a los pajeros que alguna vez consumimos comics o revistas eróticas), pero es dinámico, generoso a la hora de dibujar fondos, hábil para ampliar el menú de enfoques y angulaciones, y está apuntalado por un trabajo magnífico del colorista Kike Espinoza. Espinoza logra combinar con naturalidad y talento el clima mugriento de la ciudad (típico del policial negro), con el neón y la tecnología futurista, y con el aura mágica de las hadas. No es poco, y Warrior-M se beneficia mucho de esta gran simbiosis entre el grafismo bien clásico, bien aventurero de Goiriz y la paleta de Espinoza.
"La Joya" está lejos de ser un trabajo realmente relevante en el contexto de la increíble carrera de Robin Wood, y si reviste algún interés particular (más allá del mero entretenimiento) es porque probablemente se trate de una de sus últimas obras... o al menos fue publicada cuando el ídolo ya se había retirado de la profesión.
Nada más, por hoy. Nos encontramos el miércoles a las 22:30 en la nueva emisión en vivo de Agenda Abierta (obviamente en el canal de YouTube de Comiqueando), o con nuevas reseñas, acá en el blog.
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jueves, 18 de septiembre de 2025
DOS CLÁSICOS DE SIEMPRE
Hoy tengo para comentar aventuras relativamente recientes de dos personajes con larguísima andadura en el mundo de las historietas.
Empiezo en 2014, cuando la editorial Hermes le encarga al maestro Howard Chaykin que reformule, actualice o reactive de alguna manera a Buck Rogers, un personaje que llegó a las viñetas en 1929 de la mano de Dick Calkins y desde entonces se convirtió en el pionero absoluto en el campo de la ciencia ficción. De hecho, un personaje hoy mucho más recordado como es Flash Gordon, existe gracias al enorme éxito que tuvo Buck Rogers en aquellos años. Chaykin ya había revitalizado viejos conceptos como The Shadow y Blackhawk, así que habrá dicho "qué le hace una mancha más al tigre", y se puso manos a la obra para repensar los mitos de Buck Rogers en el Siglo XXI.
El principal aporte del maestro es el de la entrada en juego de un contexto político. Buck es un héroe con conciencia social, que ya desde su juventud a principios del Siglo XX se dio cuenta de que los oprimidos se tienen que unir para combatir a los opresores, que son poderosos, pero poquitos. Tras su larguísimo letargo, ahora nos lo encontramos en el Siglo XXV, donde su plan es el mismo: ponerle freno a las luchas intestinas entre las facciones de estadounidenses que sobreviven en un país sometido por invasores chinos, lograr una alianza entre todos y mandarse juntos, a derrotar a los usurpadores y recuperar el país que aman. Esta vez, la aventura de ciencia ficción de buenos contra malos, con naves espaciales, mochilas propulsoras y pistolas que tiran rayitos, se da en un contexto de revolución contra el poder establecido. Buck convence (no sin esfuerzo) a Wilma Deering y al resto de los cabecillas de los distintos grupos rebeldes de apoyar una movida muy arriesgada para detectar las debilidades de la ocupación china, y asestarle un golpe letal antes de que los invasores liquiden definitivamente a los pocos yankis que quedan en pie. De eso se trata, básicamente, Grievous Angels.
Lo más llamativo es que Chaykin no incorpora uno de sus elementos predilectos, que es el sexo. Acá no se coge, no se habla de coger y ni siquiera aparece la palabra "fuck". Este es un Chaykin apto para todo público, con diálogos afilados y momentos muy impactantes, pero acotados a lo que ya mencionamos: la aventura (intensa, vibrante) y el contexto político. Comparada con otras obras del ídolo, la trama de Grievous Angels es bastante lineal, menos enroscada. No llegás al final del tercer episodio pensando cómo corno va a resolver todo el despelote que se armó en el episodio que le queda, sino que (salvo el primer episodio, que funciona como presentación de los personajes y el mundo de Buck Rogers para quien no lo conoce) en general toda la historia avanza de manera bastante clara y orgánica hacia la confrontación final entre Buck y sus aliados y los invasores.
No me quiero extender con largas loas a la faz gráfica de Buck Rogers: Grievous Angels porque en los años que lleva el blog ya vimos unas cuantas obras de Howard Chaykin dibujadas en este siglo, incluso muchas de ellas con el mismo colorista que lo complementa esta vez, el siempre sólido Jesús Aburtov. La narrativa, la puesta en página, el trazo, es todo 100% Chaykin, todo muy fiel a la impronta del ídolo que ya vimos unas cuantas veces (igual para los que somos fans de Chaykin, nunca es suficiente). Y obviamente está buenísimo todo, a años luz de los dibujantes del montón con los que suelen llenar las páginas de sus revistas las editoriales del mainstream yanki. Si nunca leíste comics de Buck Rogers, empezá por acá, que lo de Calkins es absolutamente ilegible.
Nos vamos a 2020, cuando la tremenda dupla integrada por Jul y Achdé se despacha con una aventura de Lucky Luke que acá se publicó como "La Tierra Prometida". De nuevo, no quiero perder tiempo hablando del dibujo, porque en otras reseñas de álbumes de esta serie ya conté qué opino del trabajo de Achdé y de cómo esta bestia del Noveno Arte (cuyo verdadero nombre es Hervé Darmenton) honra y perpetúa el inmortal legado de Morris.
Por el lado del guion, Jul se enfrenta a dos grandes desafíos. Primero que nada, encontrar algo nuevo para hacer con un personaje que ya tiene casi 100 álbumes a sus espaldas y que ya vivió una cantidad de aventuras tan brutal, que es casi imposible no repetirse. Pero al guionista se le ocurre un argumento original: Lucky Luke debe escoltar a una familia de judíos ortodoxos que llegan desde Europa y necesitan atravesar buena parte del salvaje Oeste para llegar a la tierra prometida, un pueblo llamado Chelm City (como una ciudad de Polonia) en la que ya se han asentado unas cuantas familias de origen judío. Y ahí llega el segundo desafío: satirizar las costumbres de estos personajes, percibidos por Lucky Luke y Jolly Jumper como extravagantes y bizarros, sin faltale el respeto a la religión judía.
Buena parte del humor de este álbum se sostiene en ese contrapunto entre un cowboy simple, sin el menor contacto con la religión, ni con la tradición judía, y esta familia que respeta a rajatabla ritos extraños, rebuscados, incómodos, que hacen aún más traumática su adaptación a estas tierras inhóspitas que deben recorrer. Jul se caga de risa de la idishe mame, de los voluminosos libros religiosos, de la forma en que los judíos ortodoxos excluyen de su dieta un amplio espectro de comidas, y un larguísimo etcétera, siempre pensando en conseguir la complicidad del lector, sea judío o no. Obviamente no se puede zarpar mucho en la sátira, precisamente por eso: estos álbumes se leen mucho en países con grandes colectividades judías, y además siempre está flotando la sombra de René Goscinny, que también venía de esa tradición. Pero Jul es muy capo y logra un muy buen equilibrio entre esta sátira de las costumbres judías, su choque con las tradiciones de cowboys, milicos y tribus indígenas de los EEUU y -lógicamente- la aventura en la que vuelan tiros, flechazos y piñas. Tal vez lo más flojo sea el villano, que ya desde la primera secuencia en la que aparece se nota que no está a la altura del plan que urde para amargarle la vida a Luke y sus acompañantes. Tanto fracasa este pobre Ned, que Jul se termina deshaciendo de él unas 11 páginas antes del final.
Claramente no pongo a La Tierra Prometida en mi selección de las mejores historias de Lucky Luke, porque Jul y Achdé ya me ofrecieron álbumes mejores que este. Pero la verdad que lo disfruté bastante, me entretuvo, me reí mucho con los chistes (tiene referencias a Batman, Star Wars, los Hermanos Marx y un montón de boludeces más) y en varios momentos sentí esa magia que sentía de pibe cuando leía los Lucky Luke de Goscinny y Morris... lo cual ya es un montón.
Gracias totales, nos reencontramos pronto acá en el blog y el miércoles 24 en el canal de YouTube de Comiqueando, donde tendremos un nuevo programa en vivo de Agenda Abierta. Hasta entonces.
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lunes, 15 de septiembre de 2025
FLASHBACK A 2019
Por esas casualidades del universo, hoy tengo para reseñar dos novelas gráficas aparecidas en 2019. Allá vamos.
Empiezo en Estados Unidos, donde First Second publica Pumpkinheads, un trabajo escrito por Rainbow Rowell (de recordado paso por She-Hulk) y dibujado por Faith Erin Hicks, a quien vimos en su faceta de autora integral un lejano 07/12/12. Y quiero hablar primero del dibujo, porque realmente es asombroso el salto de calidad que le vemos pegar a Hicks entre aquella Friends with Boys y esta obra. Como en toda historieta muy hablada, a veces tiene secuencias en las que se repiten mucho los planos, pero el trazo en sí, la construcción de los personajes, de los fondos, los detalles, las expresiones de cuerpos y rostros, todo eso es impecable y demuestra que Hicks no se durmió en los laureles y se esforzó grosso para mejorar. El color, a cargo de Sarah Stern, también es muy notable y está en perfecta sintonía con lo que quieren contar Hicks y Rowell y con lo que viene a buscar el público que suele acercarse a este tipo de novelas gráficas apuntadas (en principio) al segmento de las lectoras adolescentes.
El guion de Rowell es tranqui, básicamente una celebración de la amistad y de las cosas simples de la vida. Josie y Deja trabajan todos los otoños en una especie de Fiesta Nacional de la Calabaza, que llega a su fin en la noche de Halloween, y este es el último año en que se van a encontrar para compartir esos días, porque después casi todos los chicas y chicas se van a estudiar a universidades de distintas latitudes. Mal y tarde, Josie se acuerda que nunca se encaró a Marcie, la piba que le gusta desde el primer día, y Deja se va a poner como objetivo que eso suceda. En medio del festejo de Halloween, con esta especie de "Disneylandia de las calabazas" a full de gente que viene a visitar las atracciones y a probar las más variadas propuestas gastronómicas basadas en esta popular hortaliza, Deja le va a meter una cantidad bestial de fichas a su amigo para que este se anime a encontrar a Marcie y decirle que gusta de ella. No va a ser fácil, primero porque Josie es el típico goma que le pone a su trabajo una dedicación y una responsabilidad desmesuradas (de esas que los patrones no te pagan jamás), después porque es bastante tímido, y después porque el propio caos de esta granja de calabazas convertida en parque de atracciones va a interferir en los planes de Deja. De alguna manera (divertida, pero un tanto forzada), Rowell saca de la galera una peripecia atrás de otra para que los protagonistas recorran toda esta granja/ feria, lo cual Deja va a aprovechar para probar toda la amplia variedad de comidas (dulces, saladas, picantes) que se ofrecen en los distintos sectores.
Con muy buen ritmo y diálogos muy bien escritos, que suenan 100% reales, la guionista nos va a guiar a lo largo de todas esas horas repletas de encuentros, desencuentros, volantazos y revelaciones que van a terminar por redefinir (casi en tiempo suplementario) la relación entre Deja y Josie que es, sin ninguna duda, el sostén de toda la trama de Pumpkinheads. Repito que se trata de una historia tranqui, sin mayores pretensiones, pero que funciona muy bien y que resulta atrapante y hasta por momentos encantadora en varios niveles. A mí, que no soy para nada el público al que apunta la obra, me re gustó; y supongo que si se la doy a una piba de 13-14 años, la va a amar con toda su alma. El libro es medio delictivo porque incluye demasiadas páginas que NO ofrecen historieta, pero más allá de ese detalle, me animo a recomendar Pumpkinheads a cualquier lector que quiera leer buenas historias y descubrir personajes entrañables.
Sigo en 2019, pero ahora me vengo más cerca, a Perú, para embarcarme en El Convoy, una aventura de casi 80 páginas en blanco y negro escrita y dibujada por Eduardo Romero, un autor al que nunca había oído nombrar. Esta vez la gran sorpresa es el guion, y sobre todo la profundidad que Romero logra imbuirle al protagonista, el implacable Mikael Lucius. Con un pulso narrativo firme y cautivante, el autor lleva adelante un relato que empieza realista y gradualmente incorpora algunos elementos fantásticos, hasta llegar a un final enigmático, perturbador, que abre la puerta de una eventual secuela, ya jugada 100% a lo fantástico. El hilo conductor de El Convoy es, sin dudas, la ambición de Lucius y su viaje plagado de muerte, violencia y traición. Los flashbacks terminan de establecer la personalidad y el tamaño, la magnitud de la codicia que impulsa a este humano de carne y hueso a una ordalía que solo una criatura de origen mítico o divino podría afrontar. No quiero revelar mucho más acerca del argumento para no spoilear, pero es básicamente eso: la travesía a todo o nada de un buque mercenario, capitaneado por un tipo complejo, ambiguo, capaz de cualquier cosa con tal de cumplir la misión y cobrar su recompensa.
En materia de dibujo, me voy menos conforme. Romero trabaja en un estilo realista clásico, y tiene un amplio dominio de la puesta en página, mucha variación de encuadres, buen trabajo en la iluminación, buen manejo del claroscuro... Sin embargo la faz gráfica está lastrada por unos cuantos problemas (ninguno demasiado catastrófico) en la anatomía y en las expresiones faciales, que son los rubros en los que Romero definitivamente necesita mejorar. No tengo dudas de que, con un dibujante más afianzado, El Convoy sería una obra maestra de la aventura. Me imagino este guion dibujado por Juan Giménez y me da un ACV... pero bueno, lo tenemos a Eduardo Romero, que -por lo que cuenta la solapa del libro- para cuando publicó El Convoy ya estaba trabajando en otra novela gráfica que, esperemos, marque un paso adelante en su carrera, a medida que va puliendo su dibujo. Como guionista, estas páginas le alcanzan para sentarse en la mesa de los grandes.
Y nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
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jueves, 11 de septiembre de 2025
JUEVES DE DIBUJANTAZAS
Tengo un par de libritos más leídos, así que vamos de una con las reseñas.
Para hablarles de Transat, la novela gráfica de Aude Picault publicada en Francia en 2009, necesito clavar un flashback fuerte al 28/02/17, cuando hablé de otra obra de la misma autora, porque la verdad que las similitudes son demasiadas.
En ese momento yo hablaba de un comic dibujado con "un trazo simple, fresco, con una línea hiper-clara, con mucha atención por el lenguaje corporal y las expresiones faciales, un gran manejo de las onomatopeyas, un tratamiento hermoso del color y un recurso que está bueno para transmitir la sensación de libertad, de descontrol en el sentido de escasez de reglas: Picault no le dibuja los marcos a las viñetas en toda la obra, como lo hiciera alguna vez el glorioso Will Eisner". Bueno, en Transat no hay color, es todo blanco y negro, pero el resto se aplica tal cual, sin cambiar una coma. El dibujo de Picault está todavía mejor que en Charanga, más angelado, más trabajado. Incluso hay momentos en los que abandona esa sencillez (absolutamente engañosa: dibujar así es un laburo de locos) para regalarnos páginas recontra-cargadas de líneas, en las que nos impacta con paisajes alucinantes, postales tanto diurnas como nocturnas en las que nadie habla, y es todo clima, todo fiesta para los ojos. El jueguito de no dibujar los bordes de las viñetas acá es más extremo, más jugado (valga la rebuznancia), más a tono con esa sensación de que lo que nos está contando Picault en esta obra es una especie de crónica en tiempo real, a mano alzada, de los sucesos que componen la trama de Transat.
Y vuelvo a otro punto de la reseña de Charanga, en el que la caracterizaba como "una historieta que logra algo muy difícil: mantener nuestra atención durante casi 90 páginas sin nada parecido a un conflicto fuerte, sobre el cual apoyar el desarrollo del argumento". Bueno, lo mismo se aplica a Transat, pero multiplicado casi por dos, porque esta es una obra de 165 páginas. -Pará, ¿me estás jodiendo? ¿165 páginas sin un conflicto fuerte, no será mucho...? No, no. Posta que la historia tarda un poquito en arrancar, pero incluso en esa larga previa, hay tantos diálogos copados que se hace entretenida. Finalmente, la trama se presenta más o menos así: la autora (y protagonista, porque es un comic autobiográfico) está medio hinchada las pelotas de una ciudad que la agobia y una rutina que la frustra y decide empezar a navegar. Estudia sobre navegación a vela, se baja de la bici para subirse a un barquito, y se empieza a cebar cada vez más, hasta terminar como parte de la tripulación de un velero que ¡cruza el Océano Atlántico!, obviamente haciendo el trayecto más corto, que sería desde el Noreste de Brasil hasta el Noroeste de África. Pero después siguen, hasta entrar al Mediterráneo, bordeando las costas africanas, y recién en Marsella los tripulantes del Zodiac se despiden y siguen por tierra, cada uno a su casa. Y la historia es eso: la vida de una chica que lo único que hizo en su vida fue dibujar historietas, ahora convertida en marinera. Las charlas con el resto de la tripulación, los lugares exóticos que recorren, las cosas que pasan a bordo del barco... y cómo esta zarpada experiencia le cambia la cabeza a Aude y se le ordenan un montón de cosas que tenía ahí, medio despelotadas.
Podría seguir escribiendo párrafos y párrafos sobre Transat, pero vamos a dejarlo ahí. Simplemente subrayar que es muy difícil de conseguir en castellano, porque la editó Sins Entido en 2010, imprimió una tirada chica (con el título de "Travesía") y nunca se reeditó. En francés sí, hay varias ediciones, tanto chetas como populares. Ojalá muchos más lectores descubran esta pequeña gema del Noveno Arte.
Vamos a EEUU, año 2016, cuando DC Comics publica una antología llamada "Legends of Tomorrow", en la que distintos equipos creativos trabajaban con personajes tercerones, de esos que ni en pedo sostienen una revista propia. Estaban los Metal Men, Firestorm, Metamorpho, y lo más invendible del universo: Sugar & Spike. Sí, los pibitos creados por el maestro Sheldon Mayer en 1956 como un comic humorístico apuntado a los más chicos, ahora tienen veintipico de años y se dedican a resolver casos complejos vinculados a los superhéroes. El guionista no es otro que el inolvidable Keith Giffen, quien nos presenta a una Sugar implacable, mala onda, sin un ápice de empatía o de piedad, y a un Spike más buenazo, enamorado en secreto de su amiga de toda la vida. Por supuesto entrelazados en una relación bien de comedia televisiva al estilo Moonlightning, con mucho diálogo, mucho retruque, repleta de comentarios que subrayan lo bizarro, lo absurdo de lo que está sucediendo en las tramas. Ojo, el resultado no es TAN cómico. Giffen abusa un poquito de ese esgrima verbal y termina por saturar un toque, como pasaba en su etapa al frente de la Doom Patrol.
Pero el atractivo está en los casos en los que se involucran. Como en los gloriosos tiempos de Ambush Bug, acá Giffen elige con certera mala leche aventuras bien ridículas de las que publicaba DC en los ´50, ´60 y ´70, esas que introducían en la "continuidad" elementos totalmente insostenibles como Batman con el traje de cebra, la isla con forma de Superman, el casamiento de Wonder Woman con un mosntruo, o el querido Itty, esa especie de plantita alienígena que acompañaba a Hal Jordan en sus aventuras especiales. Son bizarreadas bien de otra época que con solo mencionarlas desencadenan el inevitable "bwa-ha-ha", y en cada una de las seis historias, Giffen aborda una de ellas en un contexto no de delirio extremo como en Ambush Bug, sino en el marco de una investigación parapolicial que llevan adelante los protagonistas. Dije que son seis y nombré cuatro: también hay una con el Colonel Computron (olvidadísimo enemigo de Barry Allen) y una con la Legion of Super-Heroes, que para mi gusto es la más lograda. Con esta dinámica, la serie (miniserie, en realidad) logra variedad de argumentos y situaciones, siempre sorprendentes para el lector. Sobre todo para los viejos meados que sabemos que estos argumentos fumancheros no son inventos de Giffen, sino que son cosas que pasaron POSTA en las historietas de tiempos pretéritos, y que (como aquellas con las que jodía Ambush Bug) DC se esforzó y se esfuerza por barrer abajo de la alfombra. Capaz que para los más jóvenes, que se subieron al Universo DC con los New 52, o el Rebirth, esto no tiene mucho sentido, pero Giffen pone todo para que las historias te interesen igual, aunque no tengas la menor idea de quién era el Lamplighter o la Miracle Machine.
Y casi me voy sin hablar del dibujo, a cargo de la exquisita brasileña Bilquis Evely, acá todavía no tan afianzada como en sus trabajos posteriores. Esta es una Bilquis más tímida, si se quiere, que trata de no despegarse mucho de la estética tradicional del mainstream, de esos dibujantes casi irreconocibles entre sí, onda Pat Oliffe, Tom Derenick, Chad Hardin y tantos otros. Ya se nota que hay otra elegancia en el trazo, pero todavía no estalló la magia que hace que hoy Evely sea una dibujante de primera línea. Si sos fan de los rincones bizarros y extraños del Universo DC, o termo de Keith Giffen, o querés seguir la carrera de Bilquis desde sus inicios, no te pierdas Sugar & Spike: Metahuman Investigators. Por suerte hay un TPB que compila todas las historias que en su momento salieron en Legends of Tomorrow, así no tenés que rastrear las revistas ni fumarte historias de otros personajes que por ahí no te interesan en lo más mínimo.
Perdón por la extensión desmesurada de los textos, y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
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lunes, 8 de septiembre de 2025
RESEÑAS ZOMBIES
Estoy con sueño y no me puedo ir a dormir porque en cualquier momento me tocan el timbre para entregarme algo que necesito recibir hoy. Así que, para aguantar despierto, me pongo a escribir reseñas de los últimos libros que leí.
Smashed es un compilado gordito, bien nutrido, de historias cortas de Junji Ito, muy bien editado por Ivrea. No hay mucha información acerca de los años en los que el mangaka dio a conocer estas historias, pero deben ser todas del Siglo XXI, porque están dibujadas a un nivel similar al de los trabajos más logrados del maestro del terror.
El problema en este caso son los guiones, que están lejos de ser memorables. Hay uno realmente genial, uno que me gustaría arrancar de esta antología y meterlo en otra, en alguna de las que me gustaron más. Me refiero a "No quiero convertirme en fantasma", un unitario perverso, inquietante, perturbador, que cualquier guionista del mundo querría haber escrito. Pero una gema entre 14 historias es muy poco. Los otros 13 relatos son, básicamente, más de lo mismo. Espectros, posesiones, casas embrujadas, alucinaciones horribles... todo apenas un poquito más salvaje que en las historietas de misterio y terror que publicaba DC en los años ´70 y ´80 en revistas como House of Mystery, Ghosts o Secrets of the Sinister House. Lo cual no es mucho decir. La gracia está en el dibujo de Ito, que es extremo, y que todo el tiempo se esfuerza por subrayar lo asqueroso o lo truculento de lo que nos está contando.
Pero para quien ya tiene leído bastante Junji Ito, no hay grandes sorpresas, no hay personajes gancheros, de esos que uno quiere que vuelvan, y si bien las historias no se reiteran, hay una especie de fórmula, recursos a los que el autor vuelve una y otra vez, a riesgo de que uno "le tome el pulso" y sea mucho más difícil que nos pongamos nerviosos o nos caguemos en las patas con cada nuevo unitario. Y sí, algunos (como el del valle de los espejos o el de las chicas que cuentan chistes) son realmente pedorros, más allá de que se ajusten mucho o poco a la fórmula típica de estos relatos. Esto mismo, con un dibujante más "del montón" se haría insostenible. Pero bueno, no me quiero ensañar al pedo, porque si Smashed es tu primer (o segundo) libro de historias cortas de Ito, lo vas a disfrutar a full y te va a pegar con toda.
Tengo algún libro más del maestro en la pila de los pendientes, pero lo voy a dejar para MUCHO más adelante, a ver si así la experiencia de leerlo recupera algo de la frescura y la emoción perdidas. Por ahí, leyéndolo de manera más espaciada me vuelve a sorprender o a entusiasmar.
Me vengo acá cerquita, a Brasil, año 2024, para descubrir una obra del gran Wander Antunes como autor integral. Antunes se insertó en el mundo del comic europeo a mediados de la primera década del milenio, en un principio solo como guionista, y así fue que colaboró con dibujantes de la talla de Jaime Martín, Walther Taborda o Mozart Couto. Pero en algún momento, le picó el bichito de querer dibujar él mismo sus guiones y se convirtió en un autor integral que produce mucha obra, ya más pensada para el mercado brazuca que para el francófono. Como guionista, Antunes siempre fue de muy bueno para arriba, y hasta ganó premios como novelista, jugando de visitante en el palo de la literatura. Y como dibujante... la verdad que no es genial, pero tampoco es un choto. Imaginate una mezcla entre Will Eisner y Rubén Pellejero, pero que cuaja mucho mejor en los fondos que en los personajes. Un estilo fluido, dinámico, muy atento a las expresiones de los personajes, pero sin el virtuosismo de los maestros que acabo de enumerar. El color (también obra de Antunes) es espectacular y el combo completo resulta sumamente idóneo para contar una historia como la que nos espera en A Odisseia de Gonçalo Bombom.
Es que, más allá del "puntaje" en cada uno de los rubros, Wander Antunes es -ante todo- un narrador supremo, un narrador del mega-carajo, que tiene perfectamente dominados todos los recursos que hacen falta para que el lector se enganche con una historia, se cope con los personajes, se divierta con los diálogos, vibre con la acción, y no quiera soltar el libro hasta el final. Si leés historietas hace muchos años, ya sabés que no hace falta ser el Dios del Dibujo para atrapar al lector en las garras de un relato gráfico, manipularlo y volverlo loco para que sienta la tensión, las emociones, o lo que sea que el autor quiere que sienta. Bueno, Antunes sabe perfectamente lo que quiere que sientas y -repito, más allá de la calidad del dibujo- te lo hace sentir en todas las putas secuencias del libro.
El guion es excelente, con peripecias, mala leche, diálogos brillantes, personajes tremendos, una encrucijada que no tenés idea de cómo se va a resolver, sutiles pinceladas de un humor negro digno de Sánchez Abulí, una bajada de línea fuerte contra esa aberración que son las riñas de gallos (la aventura transcurre en los años ´50, cuando en Brasil eran legales) y mucho color local. No le quiero robar al maestro Pablo Carrozza sus chistes de "más brazuca que..." (buscalos en YouTube, son lo más) pero sí, esto es re-brazuca. Antunes encuentra en la idiosincracia de su país, más precisamente en un pueblito pesquero del Norte, en el estado de Bahía, una fauna ideal para protagonizar el conflicto que tiene en mente y le saca un jugo espectacular.
Los que seguimos a Wander Antunes en redes tenemos en claro que se trata de un autor que labura mucho y a un ritmo muy rápido, y que lo que está haciendo ahora se ve mejor que A Odisseia de Gonçalo Bombom. Hay una evolución notable en el dibujo, y eso solo puede beneficiar a los trabajos futuros de este referente absoluto del comic brasileño actual, que ya la rompió en Europa en sus tiempos de guionista pero todavía no es muy conocido por los fans hispanoparlantes de nuestro continente.
Nada más, por hoy. La seguimos pronto. Vamos que falta poco para mis vacaciones.
miércoles, 3 de septiembre de 2025
MIÉRCOLES DE AVENTURAS
Acá estamos de nuevo. Ayer tenía poco para hacer, así que le dediqué un rato largo a leer historietas. Veamos con qué me encontré.
Empezamos en Francia, año 1968, época en la que el maestro Fred (cuyo verdadero nombre era Frédéric Othon Théodore Aristidès) la rompía todas las semanas en las páginas de la revista Pilote. Fred escribía y dibujaba las aventuras de Philémon, claramente apuntadas al punto infanto-juvenil y eran rarísimas, básicamente porque Fred era un autor de clara impronta underground, que venía de una revista hiper-salvaje como Hara-Kiri, y que -tras su etapa en Pilote- volvería a ese tipo de historietas de vanguardia, transgresoras y jodidas como enema de chimichurri. En las historietas de Philémon, Fred cuidaba a rajatabla la narrativa, para que fuera absolutamente clara, pero la línea, el dibujo en sí, es totalmente under, mucho más parecido a un Gilbert Shelton, o al Joann Sfar más sacado, que a un Albert Uderzo o un André Franquin. La colorista Evelyne Tranié se esfuerza para que el trazo casi lisérgico de Fred se vea amistoso para los chicos y la verdad es que Philémon es aún hoy una gran historieta de aventuras para todo público.
El tema son los guiones. Fred estaba recontra-chapa (de hecho, estuvo internado en un neuropsiquiátrico) y las aventuras de Philémon no respetan ningún tipo de lógica. En "Philémon et le naufragé du A", seguimos a este joven campesino en una concatenación de peripecias que parece no tener fin, pero además no tener límites. Esto es fumado en serio, y realmente puede pasar cualquier cosa. Además, Fred no busca generar humor para matizar las peripecias, como lo hacían Hergé o Franquin. Es obvio que todo lo que pasa es en joda, simplemente por lo surrealista de las situaciones en las que se involucran los personajes, y si alguna vez se cuela un chiste es simplemente para darle un poquito más de relieve al personaje del burro Anatole, que está ahí para proporcionar el famoso "comic relief". Más que la sensación de peligro, las aventuras que vive Philémon en este álbum transmiten la idea de extrañeza, de abrir bien los ojos para tratar de entender qué carajo está pasando, dónde estamos, qué son estos paisajes, estos edificios, estas criaturas, estas islas con forma de letras. Una demencia muy divertida, que contrastará sobre el final con la incredulidad del papá de Philémon, que (lógicamente) se convence de que su hijo es un fabulador y un sanatero, porque -a su regreso a la granja- le narra sucesos 100% inverosímiles.
Y bueno, era 1968. No había que ser un vanguardista ido al carajo para incluir a Philémon en una antología infanto-juvenil: de hecho, el director de la revista era René Goscinny, quien sería criticado por los colaboradores más jóvenes del semanario precisamente por no irse más al carajo y apostar por material más experimental. Pero en esta época tan hippie y tan loca, no era un despropósito darle a los lectores de Astérix, Valérian y Blueberry una historieta de aventuras oníricas, una alucinación sin pies ni cabeza que -reitero- aún hoy resulta atractiva por lo carismático de los personajes, el ritmo que no para nunca y un dibujo rarísimo y a la vez muy ganchero. Evidentemente, en los ´60 Fred estaba adelantado a su época. Y el reconocimento de la crítica le va a llegar muchos después, con sus obras más "maduras", ya apuntadas a un público más adulto, que espero poder conseguir algún día.
Me voy a Estados Unidos, año 2000, cuando Dark Horse recopila en TPB una miniserie co-editada con DC Comics en la que Batman comparte una aventura con Tarzan. El título "Claws of the Cat-Woman" es bastante engañoso, porque da a entender que Catwoman es la villana y no: el villano es un tipo de apellido Dent que (predeciblemente) va a llegar al final de la historia con media cara hecha concha. Ron Marz firma un guion ágil, sin mayores pretensiones, cuyo único punto flojo es la facilidad con la que un tipo sin superpoderes ni mayores habilidades mentales o físicas logra mantener a raya a los dos héroes durante casi toda la historia. Finnegan Dent es ambicioso e inescrupuloso, pero ¿alcanza eso para "domar" a Batman y Tarzan? Normalmente no, y Marz "la fuerza" un poquito para que los héroes se las vean bastante fuleras contra este garca, al que vamos a ver caer por su propio peso: no van a ser ni el Rey de los Monos ni el Detective Nocturno quienes lo saquen de circulación.
Lo que más me gustó del guion es que se anima a meterse con la negación que tiene Batman/ Bruce Wayne con el tema del amor. En una de las primeras secuencias, Bruce le echa flit a una Vicky Vale que viene con el cartelito de "oferta" colgado de la chabomba, y durante el tramo principal de la aventura, vamos a ver (a modo de subplot no muy enfatizado por el guionista) cómo a Batman le empiezan a "pasar cositas" con la princesa Khefretari, que no solo le salva la vida varias veces, sino que le hace saber de manera bastante obvia que está muerta por él. Para la secuencia final, a Bruce no le queda otra que reconocer que siente algo fuerte por la princesa, pero obviamente no se puede quedar a gobernar junto a ella un reino perdido de África. Gotham lo necesita, y tiene que volver. Y el otro subplot hábilmente manejado por Marz, aparece de manera mucho más explícita: Tarzan no tiene mayor inconveniente en matar a sus oponentes (cuadrúpedos o bípedos) y a Batman le da por las bolas que su ocasional aliado no haga un esfuerzo extra para ganar los combates sin desparramar cadáveres por todos lados. De hecho, Batman va a terminar la aventura seriamente lesionado por haber tratado de salvarle la vida nada menos que a Finnegan Dent, el villano que hizo de todo para hacerlo boleta. Claramente en este punto coincido más con el hombre mono que con el hombre murciélago.
Lo más notable de esta historieta, lo que me hizo comprarla sin dudar un instante, es el dibujo de Igor Kordey. Qué bestia, ma-mita... Kordey combina la elegancia de un Sergio Toppi con la polenta y la espectacularidad de un Richard Corben, y la rompe toda en esos primeros planos repletos de rayitas y detalles tipo Bernie Wrightson o Barry Windsor-Smith. Diseña la página con un sentido dinámico, de alto impacto, las secuencias están planificadas con un criterio increíble, dibuja muy bien a los animales, el trabajo en los fondos es maravilloso (y sabe cuándo omitirlos para que se destaquen las expresiones de los personajes) y se ve todo tan sólido, tan bien pulido, que si le sacás a estas páginas el color de Chris Chuckry no pierden ni un ápice de su atractivo. El excelente desempeño del astro croata nos permite redondear un gran team-up entre dos íconos de la aventura, dos hijos de familia cheta que un día abrazaron (cada uno a su manera y en junglas distintas) la lucha contra la injusticia. Lo recomiendo tanto a los fans de Batman como a los fans de Tarzan, y obviamente a los fans de Igor Kordey.
Y hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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martes, 2 de septiembre de 2025
NOCHE DE MARTES
Bueno, ya tengo leídos un par de libritos más. Veamos con qué nos encontramos esta vez.
Empiezo con el Vol.3 de Injection, la serie de Warren Ellis y Declan Shalvey que salía en Image, y de la cual vimos el Vol.1 allá por el 23/09/16 y el Vol.2 en tiempos un poco más recientes, el 29/04/24. Como ya comenté, la serie nunca pasó del nº15 y dejó sin resolver unas 763.344 puntas argumentales. Este tercer tomo recopila los últimos cinco episodios que llegó a realizar la dupla (allá por 2017) y por suerte es un arco sumamente autoconclusivo y con poca vinculación con la trama y los personajes centrales de los otros dos tomos. Tanto es asi, que podría publicarse (con mínimos retoques) como una obra aparte, con otro título. Hay menciones a los personajes que ya conocíamos y en algún momento Ellis se acuerda de relacionar lo que está pasando en esta historia con lo que pasó en los tomos anteriores. Pero es todo muy leve, muy sutil, no cambia en absoluto la esencia de la trama.
Lo realmente importante es que la historia es buenísima y que el personaje que desarrollan Ellis y Shalvey en este arco, Brigid Roth, tiene todo para volver en sagas futuras (ojalá algún día) porque despliega una personalidad tremenda y un gran potencial para este tipo de narraciones. Básicamente, este arco de Injection nos cuenta qué pasa cuando un elemento sobrenatural emerge de manera inesperada y disruptiva en el mundo hiper-tecno de hoy. Hay un juego muy interesante entre la tecnología de recontra-punta que maneja Brigid y la amenaza que debe investigar y -en lo posible- desactivar. La tradición oral, la naturaleza (lo que queda de la naturaleza), la propia disposición geográfica de los moros británicos parecen jugar a favor del misticismo, de lo inexplicable, pero hay gente muerta, y entonces alguien (en lo posible alguien racional) tiene que intervenir. Y ahí va Brigid, implacable, a vérselas con entuerto que parece superarla por todos lados.
El arco está un poquito estirado (por ahí con 20 páginas menos sería más impactante), pero Ellis siempre te hace llevadera la lectura con su manejo magistral de los diálogos, y con los personajes secundarios que acompañan (o complican) a Brigid. El dibujo de Declan Shalvey no es ni muy virtuoso ni muy espectacular, pero se pone muy bien al servicio del relato, acompaña sin fisuras lo que Ellis nos quiere contar. La genial colorista Jordie Bellaire le aporta un toque de magia al dibujo de Shalvey, y entre los dos logran una faz visual que no marca un antes y un después de nada, pero que se disfruta sin ninguna dificultad. Aca las claves son manejar el tempo de la narración para sostener la intriga y la sensación de "se está por ir todo a la mierda" y sobre todo lograr que los personajes sean expresivos. Y la verdad que Shalvey cumple más que dignamente en ambos rubros.
Una pena que no haya más Injection. La pasé bárbaro con estos tres tomitos y -sobre todo con este tercero- me quedó clarísimo que la consigna de la serie daba para mucho más de lo que llegamos a ver en estos 15 episodios. Warren, Declan, déjense de joder y retomen Injection, que acá tienen un comprador asegurado.
El maestro paraguayo Roberto Goiriz es uno de los autores latinoamericanos que aparecen con cierta regularidad en Aces Weekly, la antología digital que dirige el legendario David Lloyd. El año pasado, poco después de completar una aventura de su nuevo personaje en dicha publicación, Goiriz la compiló en un libro a todo color llamado Caín: Marca Mortal. Ojo, no se parece mucho a las recopilaciones de material de la Aces Weekly a las que nos acostumbró Loco Rabia con los tomos de Ladrones y Mazmorras (de Rodolfo Santullo y Jok): esos eran libros bastante voluminosos, que reunían varios episodios completos, y que utilizaban el formato de página vertical, de modo que en cada página entraban dos de las que ofrece Aces Weekly a sus lectores. Goiriz, en cambio, decidió armar un libro con solo 23 páginas de historieta, en el formato de la antología británica, es decir, apaisado. Está buenísimo para apreciar el dibujo del maestro en un tamaño bastante más grande que el habitual, pero se lee muy rápido y -lógicamente- para completar las 40 páginas que ofrece el libro, hay un montón de relleno (carátulas, prólogo, detalles acerca del backstage revelados por el autor, etc.). Es una edición muy cuidada, que le valió a Goiriz el premio a la Mejor Historieta Paraguaya del año, pero a mí me copa más cuando los libros traen mucha historieta para leer.
En este arco tenemos la presentación del personaje, que se apoya en una consigna muy ganchera: Caín, el hijo de Adán y Eva y asesino de su hermano Abel, es inmortal y actualmente vive en una gran metrópolis (probablemente de Inglaterra) donde trabaja como detective privado. Hasta ahí, todo genial. Después, la trama propiamente dicha me atrapó menos. Hay seres sobrenaturales entre los mortales, y como en toda aventura convencional, habrá un combate entre los buenos y los malos. Caín, en busca de la redención, está claramente del lado de los buenos y no hay siquiera un atisbo de ambigüedad al respecto. Ayuda a la (cuasi) arquetípica damisela en peligro, es amigo de un ángel y hasta tiene buena onda con la policía. Sin dudas una caracterización demasiado lineal para un personaje que ofrece ese nivel de complejidad. Pero bueno, la historia es breve, hay páginas con muy pocas viñetas, y por ahí el ritmo de publicación de un semanario no es el más amistoso para ahondar en la psiquis de los personajes. Hay que ir rápido al nudo, al kilombo, a la acción de palo-y-palo, que en esta historia por suerte no escasea.
Seguramente el principal atractivo para quien se acerque a Caín: Marca Mortal será el dibujo de Goiriz, esa combinación entre una estética clásica, elegante, sin sobresaltos, y un trabajo muy personal y muy bien logrado en el color. La puesta en página toma riesgos solo cuando la historia lo requiere, el texto está bien dosificado, y hay un solo momento, cerca del final, donde se nota que a Goiriz le cae la ficha de que tiene que cerrar el relato en poquísimo espacio y mete una cantidad brutal de viñetas (en las que pasan un montón de cosas) en apenas dos páginas. Veremos cómo evoluciona esta serie en futuras entregas. Y tengo otros trabajos de Roberto Goiriz para leer, en la pila de los pendientes.
Nada más, por hoy. La seguimos pronto acá, en el canal de YouTube, en el sitio web o en la fundamentalísima Comiqueando Digital.
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domingo, 31 de agosto de 2025
DOMINGO DE LLUVIA
Por ahí me equivoco, pero tengo la sensación de que hacía mil años que no posteaba en el blog un domingo... como si importara, no?
Hoy empiezo con una obra maestra: edición británica de una obra realizada para el mercado francés por uno de los mejores autores italianos de la actualidad. La verdad es que los ingleses publican muy bien, en tamaño un toque más chico y tapa blanda, esas obras que los franceses te sacan en formatos enormes, pesadísimos y demasiado chetos para mi gusto. Así que, gracias a la editorial Self Made Hero, pude acceder por poca plata a Gauguin: The Other World, esta increíble biografía de Paul Gauguin realizada en 2016 por el indescriptible Fabrizio Dori.
Cuestión fundamental, sin la cual no podemos seguir adelante con la reseña: ¿Hay alguna chance de que esta novela gráfica atrape a alguien que no es fan de Gauguin, que no sabe o no le interesa saber quién fue Gauguin? Yo creo que muy pocas. Obviamente, al estar dibujada con semejante virtuosismo, el solo de hecho de pegarle un vistazo a las imágenes, la hace atractiva. Porque vas a ver a un Dori distinto al de sus obras más conocidas, que no se va al carajo con la puesta en página sino que se ajusta a grillas más tradicionales (porque sabe que la figura de Gauguin va a traer lectores que no están muy curtidos en esto del relato secuencial) y porque el italiano ensaya una maravillosa mixtura entre su estilo y el del famoso pintor francés de fines del Siglo XIX. El resultado es visualmente bellísimo, si bien tanto el estilo pictórico (no necesariamente de este pintor en particular) como el de Dori tienden un poco hacia figuras estáticas, sin esa dinámica típica de las historietas, sobre todo aquellas enfocadas en la acción.
Y claro, Gauguin: The Other World no está centrada en la acción. No vuela un sopapo en más de 120 páginas. Dori cuenta de manera muy personal la vida y las pasiones del artista francés, con un ritmo muy pachorro, más jugado a la introspección, a la reflexión, con momentos oníricos, porque todo está teñido de un cierto misticismo, e incluso en un momento la mitología de los nativos de Tahití copa la parada y se convierte en el eje del relato durante varias páginas. Pero básicamente te tiene que interesar la vida de Gauguin para engancharte con la trama. No hay otros personajes que aporten carisma o intriga, no hay aventuras (a pesar de las locaciones exóticas), no hay tiros ni piñas, el sexo no está enfatizado, los diálogos no juegan a ser picantes... Es la vida de un tipo que eligió un camino atípico, que se vinculó con el arte, con la gente, con su propia familia, de un modo atípico, y que -lógicamente- se chocó con los obstáculos típicos de quien opta por vivir a contramano de su entorno y de su tiempo. Dori le agrega una fina pátina de elementos fantásticos, de manera muy sutil, muy elegante, lo cual le permite esas instancias en las que el protagonista dialoga (prácticamente) consigo mismo, con sus fantasmas y sus obsesiones, lo cual nos permite a nosotros entender un poquito mejor qué lo motiva a pegar esos volantazos tan osados en su vida.
Si sos fan de Paul Gauguin, te recomiendo enfáticamente este libro. Y atenti, que habrá más Fabrizio Dori en el blog, en un futuro no muy lejano.
Me voy a Brasil, año 2019, para encontrarme con un autor al que no conocía y me voló la peluca: Camilo Solano. Una bestia, un historietista con un talento descomunal. La portada de O fio do Vento te desorienta por completo, porque el estilo que vas a ver adentro del libro no se parece en nada al de la portada. A lo largo de unas 90 páginas, este monstruo del claroscuro va a desplegar un estilo que en la base, en la forma de plantear la viñeta y de pensar y mover a los personajes, parece una especie de John Kricfalusi, un demente, un alucinado, un pasado de rosca total. Pero después, en la etapa de la tinta, Solano abraza otro tipo de excesos y se sube a la tendencia de los europeos que meten mucha mancha negra, mucha rayita y le ponen todo a los efectos de iluminación. Ahí aparecen Frederik Peeters, Blutch, Christophe Blain... Y sí, un comic dibujado por Kricfalusi y entintado por Blutch es una bizarreada, pero también una genialidad. Y eso es lo que nos ofrece la faz gráfica de O fio do Vento: una estética underground, atrevida, grotesca, combinada con un trabajo impresionante en la incorporación de la línea y la mancha negras.
El guion es divertido, está repleto de escenas impactantes y de diálogos muy graciosos. Los personajes son copados, las situaciones son originales... el problema de O fio do Vento es el argumento, es cómo y en base a qué hilvana Solano todas estas situaciones. Y acá es donde la novela gráfica flaquea como tal. Porque arranca con una situación (la del tipo que hace transmisiones amateurs de radio), después agarra para otro lado (este tipo resulta ser músico y empiezan a aparecer otros integrantes de la banda en la que toca), después para otro, y el foco del relato se desplaza una y otra vez sin mucha lógica. Cuando parece que el protagonismo lo va a acaparar "Labios de Miel" (apodado así porque silba bárbaro), Solano lo desactiva para contar una historia centrada en su padre, pero sobre el final arranca otra mini-historia, de nuevo con "Labios de Miel" en el rol central.
Por ahí, en vez de forzar una única historia de 90 páginas, Solano debió haber pensado este libro como un compilado de historias cortas, con cuatro o cinco principios y cuatro o cinco finales. Esta forma que encontró para llevarnos de una trama a la otra sin clavar un "fin" hasta la última página, es bastante torpe, bastante fallida. Una pena, porque el dibujo es excelente, la narrativa tiene una intensidad y una polenta impresionantes y los personajes daban para más. Me encantaría encontrarme con un comic en el que Camilo Solano solo esté a cargo de los dibujos, o con un libro de historias cortas de este autor. Pero me pareció tan genial toda la parte visual de O fio do Vento que me voy a terminar por comprar cualquier garcha que me cruce por ahí y que lleve su firma.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos el mes que viene, con nuevas reseñas acá en el blog. Gracias y hasta entonces.
miércoles, 27 de agosto de 2025
MIÉRCOLES DE CALORCITO
Nos merecíamos un día como el de hoy, después de habernos cagado bastante de frío durante todo este eterno mes de Agosto. Yo ayer no me moví de casa, así que aproveché para avanzar con las lecturas.
A un ritmo sumamente pachorro, sigo adelante con mi colección de Archives de Plastic Man. Un lejano 10/06/16 comentamos el Vol.5 y ahora me toca hablar del 6... que sorprendentemente (o no) me encuentra listo para repetir lo mismo que escribí aquella vez.
Aventuras policiales con un personaje que tiene superpoderes y otro que no para de generar situaciones cómicas, villanos estrafalarios pero sin superpoderes (esta vez aparece uno CON superpoderes: el Grasshopper) que a menudo mueren y nunca regresan a vengarse de los buenos, una estructura de relatos en la que al final de cada uno todo vuelve a foja cero y nadie recuerda nada de los episodios anteriores, chistes de humor verbal y de humor físico y un dibujo que nos permite afirmar que en esta época (1946-47) Jack Cole estaba on fire, pero todavía lejos de hacerle sombra a Will Eisner (que es, claramente, su principal referente estético).
Me quedo un poquito más con el dibujo: hay algo muy loco en el trazo de Cole, porque nos llena con muy poco. El tipo no se calentaba en lo más mínimo por el realismo ni por el detalle. Resolvía todo de un modo minimalista, y el lector tiene que poner mucho de sí para que esas calles parezcan calles, esos edificios parezcan edificios y esas ametralladoras parezcan ametralladoras. Cole dibuja lo mínimo indispensable, busca la síntesis más extrema, más despojada, en la que todo eso se reduce a íconos. El esmero del autor se nota más en los primeros planos y en la forma en la que acomoda muchísimos elementos gráficos (y los textos) en esas seis o siete viñetas que tiene para llenar en cada página. Así es como tenemos aventuras de 15 ó 16 páginas en las que pasan muchísimas cosas, los personajes hablan sin parar y cada golpe, caída o disparo es acompañado de una hermosa onomatopeya. Y sin embargo todo fluye de un modo muy ágil, muy ganchero, nunca sentís que te están tirando con demasiadas cosas juntas. Evidentemente eso es fruto de una excelente planificación de la página y de una inigualable composición de las viñetas.
De todas las historietas de este tomo (originalmente publicadas en las revistas Plastic Man y Police Comics) hay solo dos guiones que si los presentás hoy en una editorial actual no te los rebotan: el del tipo que regala cuatro millones de dólares (hoy serían como 400) y el del asesino con las flechas de Cupido. El resto son muy predecibles, medio pavotes, o muy traídos de los pelos... lo cual no significa que no sean divertidos, o que no se puedan disfrutar si los leés 80 años tarde y con la primaria completa. De alguna manera extraña, este material perdura, no huele a naftalina como las historietas de casi todos los superhéroes de la Golden Age. Son comics que hoy no pasan vergüenza, sobre todo si se los piensa como entretenimiento infanto-juvenil. Y eso habla de lo capo que era Jack Cole en los años ´40. Me faltan solo dos Archives para completar la colección. Acepto donaciones.
¿Te parece leer en portugués una novela gráfica de guionista español y dibujante argentina? Y bue... acá no la edita nadie y en España no la encontré. La verdad es que tenía muchas ganas de leer El Amante de Lady Frankenstein y ver hasta dónde habían llegado Hernán Migoya y Patricia Breccia con la cautivante consigna de mezclar El Amante de Lady Chatterley con Frankenstein. Pero en la práctica descubrí que la consigna no se sostiene más de 80 páginas y que la novela se estira innecesariamente para alcanzar esa extensión. Esto mismo, en 64 páginas pegaría más fuerte y se disfrutaría mucho más.
A diferencia de la mayoría de los autores que reversionan la obra de Mary Shelley, a Migoya parece no importarle mucho la labor científica de Victor Von Frankenstein. No indaga mucho ni en el cómo ni en el por qué de su obsesión por darle vida a criaturas monstruosas que arma en base a cadáveres rejuntados por ahí. Simplemente es una especie de genio alienado capaz de resucitar fiambres, mientras ningunea soberanamente a los seres vivos, incluyendo a la hermosa mujer que recibe como esposa a partir de un arreglo entre familias poderosas. Victor es un personaje muy secundario en buena parte de la obra, un ente cuya ausencia dispara la búsqueda de Elizabeth, quien necesita un hombre para amar y lo encuentra en Adam, el apuesto jardinero. La primera mitad de la novela va a estar regida por la lujuria y la segunda por el terror, porque los amantes ahora van a ser muertos resucitados. El final es trágico, impredecible, muy impactante y, como ya dije, me habría gustado más si sucedía 20 páginas antes, para cerrar la trama de manera más sucinta, menos descomprimida.
El dibujo de Patricia se muestra sólido y versátil. Dibuja con el mismo aplomo personajes seductores y personajes esperpénticos, que están ahí para perturbar o causar miedo en el lector. Se nota la solvencia tanto en las expresiones faciales como en los cuerpos, los personajes se mueven con naturalidad, los fondos están muy bien trabajados y la aplicación de los grises es impecable. El trazo de Patricia es mucho menos sintético que en otros trabajos más o menos recientes (pienso, por ejemplo, en Mano Blanca): acá hay más mancha negra, más texturas, más efectos de iluminación, más detalles en la ropa... por momentos hay tanto detalle que parece una cruza entre Patricia y Horacio Lalia o Solano López. Lo único que no me copa de la faz gráfica es cuando Patricia corta al medio una viñeta con una diagonal para meter DOS viñetas en el espacio de una. Hay puestas en página organizadas con diagonales que quedan buenísimas, pero cuando una viñeta chica de pronto se convierte en dos triangulitos, la narrativa se resiente y el dibujo no se luce. En esos casos, prefiero dos rectángulos finitos o el viejo y querido "inset".
No me queda muy claro por qué en Argentina no hay una edición local de El Amante de Lady Frankenstein, porque es una novela gráfica que -sin ser la Octava Maravilla- puede enganchar sin ningún inconveniente a los fans del erotismo, del terror, del drama, de Mary Shelley, de D.H. Lawrence y de dos capos de tremenda trayectoria como son Migoya y Breccia. Es un comic violento, sí, obvio. Hay sangre, mutilaciones, asesinatos, garches bastante subidos de tono (sin genitales, aclaremos), pero se aclara que es solo para adultos y listo.
En fin, hasta acá llegamos, por hoy. Nos encontramos esta noche en el canal de YouTube de Comiqueando para una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta y si no, muy pronto en este mismo espacio, con nuevas reseñas.
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lunes, 25 de agosto de 2025
LUNES ANTOLÓGICO
Venía bastante embalado con el comic brasileño, pero le voy a meter pausa unos días, para leer material de otros países de Latinoamérica que conseguí en estos últimos meses.
Empiezo en Colombia, año 2024, con una antología titulada Aguacero que reúne trabajos de autores y autoras jóvenes de Bogotá que participaban del Taller Distrital de Narrativa Gráfica de Idartes allá por 2022. De esta frase ya se desprenden tres problemas: 1) se trata de autores sin trayectoria, perfectos desconocidos de los cuales un buen porcentaje tal vez no llegue a trabajar nunca de manera profesional en el mundo del comic. 2) es un taller, por ende se estimula (como es lógico) la búsqueda y la experimentación, algo que en manos de autores no profesionales puede dar resultados catastróficos. Y 3) son muchos autores para un libro de apenas 70 páginas, o sea que cada uno tuvo pocas páginas para desarrollar sus historias, sus personajes, etc.
Con todo esto en contra, veamos qué se puede rescatar de Aguacero. El dibujo de Isabel Trujillo es realmente sólido. Cami San, autora de "Ser Playa" la tiene muy clara, maneja una línea muy idónea para trabajar en una onda poética, introspectiva, sutil. Diana Sarasti no es una virtuosa del dibujo, pero narra bien y lo que cuenta es divertido e interesante. Uno de los que más se destacan es Marco Pinto, que no solo dibuja bárbaro, sino que además desarrolla en tres páginas una buena idea. Otro excelente dibujante es Rick Renart, que maneja un claroscuro potente y lo complementa muy bien con grises y con un toque de naranjas que le quedan muy bien. Y otro gran dibujante, muy completo, con un trazo exquisito y a la vez sumamente idóneo para narrar aventuras, es Iván Saboya. Su historieta resume en apenas cuatro páginas una trama que daba para 10 ó 12, pero igual se disfruta muchísimo.
El resto, lo de siempre. Historias demasiado breves en las que apenas se logra esbozar una idea, o haikus que apenas logran tirar cuatro o cinco frases con una intención más poética que narrativa, o delirios fumancheros inentendibles, o historietas tan mal dibujadas que resulta casi imposible involucrarse en la lectura. Por suerte, hay una selecta minoría dentro de Aguacero que permite suponer que la nueva camada de autores y autoras de Colombia nos va a dar unas cuantas alegrías. No ahora, claro, sino cuando los dejen crecer, aprender las cositas que les falta aprender, y desarrollar su talento en más páginas, con menos restricciones.
En el año 2018 se empezó a publicar en Japón una antología llamada Tezucomi, de la que salieron 18 números, en formato magazine. La consigna era juntar a autores importantes, tanto de Japón como de otros países, para homenajear a Osamu Tezuka con nuevas historietas que de algún modo intersectaran con los grandes clásicos del maestro. A principios de 2021, la editorial francesa Delcourt tradujo todo este material, hizo una selección, y lanzó tres tomos de más de 400 páginas con lo que -suponían- más le iba a interesar a los lectores galos. En España, Planeta hizo lo propio, y la selección no coincide, ya que -lógicamente- la selección española prioriza los trabajos de autores de ese país. Pero no me quiero meter con la edición española, porque siempre que la vi estaba carísima y nunca la pude comprar. El Vol.1 de la francesa, en cambio, me sonrió desde una batea de ofertas y es el único que tengo en mis manos (si alguien me quiere donar los otros dos, yo feliz de la vida). Si digo en la misma frase "selección" y "francesa", enseguida pensamos en un subcampeonato, algo que estuvo cerca de ser glorioso, pero no llegó. Algo de eso hay. Veamos.
El Tezucomi Vol.1 de Delcourt arranca con un delito a mano armada: nos meten más de 60 páginas de una serie de tres tomos, que -si te copa- te tenés que comprar POR FUERA de esta antología. Se trata de una obra basada en Dororo y titulada "Search and Destroy", escrita y dibujada por Atsushi Kaneko, el mangaka que nos visitó hace muy poquito en la Crack Bang Boom. El dibujo de Kaneko es espectacular, MUY occidental en un montón de cosas, super dinámico, atrevido, con cosas de Paul Pope, de Luis Bustos y hasta de Massimo Rotundo. Una bestia total. Lástima que la historia apenas arranca... y que no tiene mucho que ver con Dororo, para ser sinceros.
Después nos hacen el mismo truco sucio (60 páginas de una serie de tres tomos) con "La niña de la noche", una especie de remake de Ayako a cargo de Kurin Kubu, artista mucho más limitado (o limitada, no lo sé) que Kaneko. Su versión de Ayako es más porno que la de Tezuka... y su dibujo va bastante para el lado del fan service pajeril. No tiene mucho más atractivo que eso.
Por suerte ahí se termina el curro de mostrarte la puntita de series que tenés que ir a leer a otros libros. Llega la versión de Prime Rose que nos ofrece Souichiro, muy jugada a la machaca, pero dentro de todo eficaz y correcta. Una obra corta y zarpada de Tezuka como fue Barbara, cae en manos de Atsuko Ishida, que no tiene la menor idea de qué hacer con ella. Ni siquiera están buenos los dibujos, la narrativa es confusa... una cagada atómica.
El que más parecido a Tezuka dibuja en todo el tomo es el maestro brasileño Mauricio De Souza, que homenajea a quien fuera su amigo con una historieta de Ribbon no Kishi un poquito ingenua, pero sólida y consistente con ambos mundos, el del Dios del Manga y el del Walt Disney de Brasil. Ahora es el turno de los autores franceses, y tenemos al amigo Jean-David Morvan en equipo con ScieTronc, un muchacho fuertemente influenciado por el shonen noventoso. Ambos cuentan una nueva historia de Midnight, también muy jugada a la acción y las peleas, con un nivel de violencia electrizante y una muy linda aparición de Black Jack.
El propio Black Jack protagoniza la siguiente historieta, con un guion logradísimo de Elsa Brants y dibujos realmente majestuosos de Bertrand Gatignol, mucho más jugado que en el trabajo que vimos el otro día (09/08/25). Son menos de 20 páginas, pero con un impacto alucinante. Otro francés, Reno Lemaire, propone una nueva versión de Kimba, también pasada de rosca en materia de violencia. El dibujo es bueno, no le cuesta para nada narrar en sistema oriental, pero el guion es un poco básico y se aleja mucho del espíritu de Tezuka. Y otra historia de autores franceses donde la machaca es protagonista está a cargo de Florence Torta y Philippe Cardona, quienes vuelven al universo de Dororo, de un modo bastante más fiel al original que el de Atsushi Kaneko. El dibujo es excelente, pero no hay mucha más sustancia que las luchas, el gore y la sangre.
Y me guardo para el final a dos de mis autores españoles favoritos. El enorme Víctor Santos aporta una historia perfectamente conectada con la que narrara Tezuka en la mítica MW. Es casi un "episodio perdido" del clásico seinen del Manga no Kamisama, dibujado de manera brillante por un Santos inspiradísimo. Y por último lo tenemos a Juan Díaz Canales, acá como guionista y dibujante de una historia que se conecta -también de manera notable- con la de Adolf, el clásico ochentoso de Tezuka. Acá, además del führer, tienen peso en la trama tres personas llamadas Richard, como un guiño a los tres Adolf de la obra original. La trama es intensa, atrapante, sin elementos fantásticos ni chistes, y con mucho peso del contexto histórico que es -lógicamente- la Segunda Guerra Mundial. Una cátedra del guionista de Blacksad y Corto Maltés, que además dibuja como los dioses en ese estilo fascinante, entre Will Eisner y Naoki Urasawa.
Espero conseguir algún día los tomos restantes, sobre todo para leer el material de los autores españoles, que son los que -me parece- mejor sintonizaron la onda de actualizar/ homenajear al historietista más importante de todos los tiempos que fue (obviamente a mi criterio) Osamu Tezuka.
Perdón por la extensión de la entrada de hoy, y nos vemos el miércoles a las 22:30 en el canal de YouTube de Comiqueando con una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta.
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